domingo, 14 de junio de 2015

Mi primera clase


Bueno, el día de mi primer clase empezó con muchas expectativas. Llegué al liceo a las 7:00 am (la clase comenzaba a las 7:30 am) para colocar el cañón que presentaría la presentación Prezi, y no sacarle tiempo a la clase "por problemas de cable-líos"). Coloqué casi todo, hasta que me di cuenta que no tenía conexión a Internet desde la laptop que la dirección me había prestado. Sin problemas: había descargado la presentación la noche anterior debido a una premonición. 
 Los chicos fueron llegando al sonar el timbre y se fueron colocando en sus asientos "Profe! hoy vas a dar la clase vos??". Cuando se sentaron todos, me di cuenta de algo: tengo un grupo de veintiocho personas. Veintiocho...<<¿como no me había dado cuenta antes de que eran tantos?>>. Mientras se sentaban y se acomodaban, Ivo fue a pedirle a la adscrita del grupo para apagar la luz (así la presentación se vería mejor).
Bueno, y arrancó mi clase. Inicié la presentación, y con mucho miedo pregunté por los deberes que les había pedido en la clase anterior. Me contestaron tres chicas y un chico. Cuando terminaron de hablar, intenté preguntarles qué habían entendido de la información que trajeron a la clase. Creo que por motivos de nervios ni siquiera escuche lo que me contestaron, y seguí con la planificación de mi cabeza.
Y ahí empezó a surgir un enemigo gigante: el silencio. Y por supuesto un enemigo peor: mis nervios y con él el cambio de color de mi piel. Sólo pensaba en terminar con la clase, terminar con la clase y replantearme si mi deseo era ser docente realmente. Y sonó el timbre.
El timbre ese día fue como una especie de corte simbólico, porque a partir de ese momento mi postura, mis sentimientos y sobre todo el color de mi piel cambiaron radicalmente, de forma muy positiva.
Con la ayuda de la proyección del cañón fuimos construyendo la lámina. Surgieron muchísimas ideas, y la clase tomó un dinamismo diferente a la hora anterior. Y me sentí cómoda, muy cómoda. Intenté no dejar a nadie fuera de la actividad, así que recorrí cada banco e intenté acompañar cada proceso.
Al pasar la lista, me confundí con un alumno y en vez de llamarlo por su primer nombre, dije el segundo. A partir de este error surgió la idea de pasar la lista con los segundos nombres y segundos apellidos, "una lista surrealista". Con este detalle de la clase, se divirtieron muchísimo.
Al finalizar llevé un cuadro mío para compartir con ellos (ya que me desenvuelvo bastante en el tema del surrealismo). Les encantó, fue un cierro perfecto. A partir de eso me demostraron el doble del cariño que ya me venían demostrando. Sacaron fotos, me hicieron preguntas, se acercaron para verlo de cerca.
Al terminar la clase me fui, sintiéndome casi una superheroína, y con ganas de dar mil clases más.
Estudiante: Carolina García

Estudiante: Lucía Guadalupe


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